Sara Sálamo llora emocionada con su discurso tras recibir un premio por su lucha contra la violencia machista

No duda en enumerar las veces en las que ella la ha sufrido

Sara Sálamo

Sara Sálamo recibe un premio por su lucha contra la violencia de género. / Francisco Guerra/Europa Press via Getty Images

Sara Sálamo es una actriz muy activa en redes donde expresa sus creencias, sus ideologías y sus luchas. Una de ellas tiene que ver con la violencia machista contra la que siempre se ha mostrado muy firme. Eso le ha valido que la Delegación del Gobierno contra la violencia de género le haya entregado un premio en la categoría 'Cultura contra la Violencia de Género'.

Subió a recoger su estatuilla en forma de Menina. “Madre mía, a ver si consigo no emocionarme”, decía Sara mientras consultaba su móvil donde tenía el discurso que se había preparado.

“Recuerdo la mañana aquella, en el instituto, donde yo tendría 15 o 16 años, en la que una persona externa vino a darnos una charla sobre la prevención e identificación de la violencia machista. Las diapositivas de power point pasaban con calma, monitoreadas por esa mujer rubia que clavaba su mirada en nuestros rostros como si buscara algo en ellos. Recuerdo leer, punto por punto, las preguntas en negrita. ¿Te coge tu móvil sin permiso? ¿Le molesta que tengas amigas? ¿Te da órdenes? ¿Te hace sentir sola? ¿Se burla de ti cuando das tu opinión? ¿Te miente constantemente y te lo niega? ¿Tiene un humor muy cambiante? Yo leía esto en voz baja apiadándome de quién estuviera sufriendo algo semejante hasta que mi amiga Sara me interrumpió con un leve codazo y arqueando las cejas. No le hizo falta preguntarme nada más, con su gesto quiso decirme, ¿no te estás dando cuenta?”, contaba sobre un suceso que vivió ella en primera persona.

Estaba metida en una relación tóxica y no era consciente. “Años después comprendí que desde fuera todo es muy obvio, mientras tú vives todo como si de ficción se tratara, como si esas cosas, solo les pasara a otras y jamás serías tú la siguiente en el telediario. Pero no te das cuenta de las probabilidades tan altas que tienes de serlo”, continuaba.

Buscando soluciones

Pero esto tiene solución. “Creo firmemente que el antídoto a la violencia machista está en educar a nuestros jóvenes y no tan jóvenes, en las películas y series que hacemos y vemos, en las canciones que bailamos y en los libros que leemos. Educación y cultura, hoy más que nunca, deberían ser hermanas para luchar contra esta lacra. Porque ya basta de un imaginario con un villano hostigador y una mujer tímida con ojeras que se somete casi por sí misma. Nada más lejos de la realidad”, expresaba.

“Dicen las estadísticas que, uno de cada cinco jóvenes varones, niegan la violencia machista, lo tildan de ideología y no, queridos míos, antes de que yo tuviera ideología política, antes de que yo tuviera conciencia de casi cualquier cosa, ya había tenido miedo de volver a casa sola con mi madre si había oscurecido, ya había saludado de lejos a un padre imaginario para hacer creer a ese señor que nos sigue los pasos que no estábamos solas, ya había tenido que gritarle a un señor por la calle al levantarme la falda, ya había tenido que denunciar ante mis padres que un chico, 15 años mayor que yo, insistía en acompañarme a casa, aunque yo no quisiese y ya había tenido una relación como la que contaba la señora rubia de power point y que, por desgracia, unas diapositivas no fueron suficientes para abrirme los ojos”, confesaba siempre hablando desde la propia experiencia.

Una lucha que continua activa. “Y ojalá todo acabara aquí, pero lo cierto es que los años siguen pasando y la violencia continua, en las discotecas, en los trabajos, en los matrimonios y en las rupturas porque ni alejándote estás a salvo. La maternidad o dejar una relación son factores de riesgo para esta plaga terrible, pero la revolución ha llegado para quedarse y ya nos importa todo, ya no nos conformamos, ni los pequeños detalles son insignificantes ni es una vergüenza señalar a los culpables”, admitía firmemente convencida de que las cosas están cambiando.

Que este premio sirva como altavoz de las que ya no están y como impulso para seguir defendiendo el feminismo y, por ende, los derechos humanos. Muchísimas gracias”, concluía su discurso con las lágrimas al borde de sus ojos y la voz quebrada.

Ella, desde luego, no está dispuesta a dejar de luchar.


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